jueves, junio 10, 2010

EL MISTERIO DE LA CARTUCHERA

(*) Nilda Lacabe para MACONDO

Ramiro dejó la cartuchera nueva sobre la mesa del banco. Se tomó el tiempo necesario para que sus compañeros la vieran y disfrutó la oleada de “OHH” que creció desde el fondo del salón.

La maestra pidió silencio y preguntó:

_¿Pudieron terminar el problema de ayer? Hoy vamos a hacer otro parecido.

A Ramiro se le achicó la emoción. Abrió el cuaderno y, cuando sacó el lápiz de la cartuchera, sintió que algo se movía adentro.

“Una caja con 260 figuritas se reparte...” empezó a escribir. Justo cuando estaba terminando un golpe en el párpado lo interrumpió. Iba a gritar que le habían tirado una tiza cuando un avioncito celeste aterrizó sobre el banco. Una flecha que decía “Abrí acá” señalaba la punta. La desplegó y encontró la solución del problema.

Miró para todos lados, pero como nadie daba señales de haberlo mandado, copió y se guardó el papel en el bolsillo.

La maestra le pidió el cuaderno y lo felicitó por haber terminado tan rápido y tan bien.

Se sentó orgulloso. Quería ver la cara de Candela. No había en el grado nadie que la superara en eso de empujar en la fila para que se cayeran todos. Ella le había dicho que eran novios y Ramiro la quería, pero en silencio. En ese lugar estaban sus pensamientos cuando vio que de una punta de la cartuchera se escapó un avioncito verde que cayó sobre el cuaderno de Candela.

Ella lo desplegó, lo leyó y sonrió a Ramiro.

Sin que pudiera entender, el chico vio despegar otro avión pero rojo. Esta vez fue a parar a las manos de Franco. Franco lo leyó y apuntó a Ramiro con el puño cerrado.

Un instante después se disparó otro avión, esta vez naranja. Planeó y fue a caer exactamente sobre el escritorio de la maestra.

_ ¿Quién tiene tiempo para tirar avioncitos? dijo la señorita mientras se calzaba lo anteojos. Ramiro escuchó espantado que, después de leer el papel desplegado, la mujer levantaba la voz:

_ ¡Así que con el pañuelo amarillo y los labios pintados de naranja parezco un tucán! ¡¿Quién fue el atrevido?!

Ramiro pensó que de verdad se parecía a un tucán especialmente en ese momento en el que la cara se le empezaba a azular.

Cuando los compañeros lo señalaron, la maestra tartamudeó:

_ ¡Nunca lo hubiera imaginado de un alumno como Ramiro Ramírez!¡Voy llamar a la directora!

Antes de que Ramiro reaccionara, Candela se acercó y le dijo: “A mí también me gustás”. En ese mismo instante Franco le devolvió el avioncito rojo en el que se leía con letra de imprenta “Franco sos un salame” y debajo con letra de Franco “este salame te va a hacer carne picada, papa frita”.

“Me parece que estoy en problemas” pensó. Y cuando se decidió a abrir la cartuchera misteriosa entró la directora seguida por la maestra.

La boca zigzagueante de la Sra. de Escalada dejó escapar un “¡Ramírez!” que hizo temblar a toda la clase.

Cuando Ramiro se puso de pie vio espantado que un avioncito amarillo salía de su cartuchera y aterrizaba en el dedo parado de la Directora. La mujer, que le gritaba con todos los tonos de enojo que había encontrado en su repertorio, tomó el avión. Como Ramiro sabía lo que pensaba de la Directora empezó a temblar y cerró los ojos.

Entonces un avión de papel cuadriculado salió de la cartuchera. Planeó rasante entre flequillos, rulos y trenzas hasta que volvió al lugar del que había salido.

En pocos segundos Ramiro vio que los aviones desaparecían. Los chicos con cara extrañada se rascaban la cabeza y se preguntaban qué hacía allí la directora.

La maestra comenzó a arreglarse el pañuelo amarillo en tanto la Directora dijo por lo bajo: “Ramírez ¿por qué está parado? Siéntese. No me acuerdo para qué vine. Bueno, no importa después vuelvo. Felicitaciones señorita, veo que sus alumnos son muy buenos. ¡Están todos tan calladitos!”.

Ramiro se sentó y abrió la cartuchera. La vació y la volvió a llenar una y mil veces. No había nada. El chico miró para todos lados y con disimulo empezó a copiar el segundo problema. Su pensamiento no se podía alejar de lo que había pasado cuando se acordó del avión de Candela. Se llenó de bronca porque había desaparecido. También porque no sabía hacer otro. Miró a la cartuchera y se decidió. No iba a esperar otro misterio. En el recreo le pediría a Pablo que le enseñara a hacer avioncitos.

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