domingo, abril 10, 2011

MAGICOS

(*) SUSANA GOMEZ

Hacía muchos años que no se percibían.
Un día, de esos maravillosos que concede el destino, Almendra estaba en la costa,
como siempre, recostada, divagando y  escuchando el sonido fabulosamente sugestivo
de las olas cuando rompen en los peñascos.
Una voz celebrada, dulce y apaciguada inundaba sus sentidos de estremecimientos
cristalinos y satisfactorios.
¿Otra vez mirando el océano Almendra?
Sin darse  vuelta, por temor a que se esfumara el encantamiento, objetó.
¡Si, otra vez! ¡Es tan sublime! Aquí en este territorio puedo reencontrarme con el
Universo mismo.
Puedo ver mi principio y mi final.
El astro rey, las ondas, la espuma plateada, el olor sutil de la sal, se enmarañan con el
horizonte  y parece que  hasta las gaviotas pasan examinando la forma de enlazarse  con
el ayer perdido y añorado, con el hoy y los propósitos, con el mañana y las quimeras
que pueden ser realizadas.
Algunas de ellas, por la noche, mirando las estrellas  se reconcilian con la realidad ante mi vista, como por algún conjuro, descubriendo ante mi,otros mundos, otros tiempos, otros espacios.
Percibo etéreamente que aquel que se marchó, esta un poco mas cerca.
Trasladándose  por algún callejón, alumbrando desde alguna constelación o sosegado en
alguna otra playa, regocijado de otra masa de agua, cercado de montañas azules y
verdes bajo algún otro limbo anaranjado.
Registro que el tiempo no pasa, que la que pasa soy yo. Que todo esta ahí desde
siempre.
Igual, heterogéneo.
Que todo tiempo pasado, pasó sin darme cuenta.
Deduzco por fin que el tiempo no existe, y que  vos estas aquí conmigo.
¡Yo siempre estoy con vos!
Dijo la voz cargada de anhelo y ecos perfectos como la inmensidad.
¿Sabes? Creo que desde siempre estoy aquí, cargándome  parte de la naturaleza en mí
organismo, que es tan endeble al espacio que va pasando.
Seguía diciendo ella muy emocionada, con los ojos saturados de sollozos, que nacían claramente desde lo más recóndito de su corazón confuso y feliz.
Ya fui estío, y renovación.
Soy otoño, y voy a ser la  estación del frío.
Mientras voy traspasando por aquí  puedo sentir como me voy transfigurando. En cada
período, con cada conmoción que el destino me va dejando en el esencia, y en el espíritu.
¿Me comprendes no?
 Decía Almendra con persuasión, con  fino delirio.
Si, te comprendo, siempre te he  comprendido.
¿Que querés?-
Preguntó la voz con certeza y misericordia celestial.
No lo se.
Y las imágenes mas agraciadas desfilaban por la mente de ella.
¿Sabes?
Todos los sucesos son como cuando ingresé en este inmortal mar por primera vez.
Todo lo sentí en ese excelente y extravagante  relámpago de tiempo.
Fui experimentando poco a poco, lapso tras lapso de esta vida en la tierra.
Ahora  estas  mismas impresiones me están acompañando en este, mi camino hacia el
Infinito, hacia la eternidad.
Pude apreciar como en los originarios minutos y con la primitiva impresión surgieron el
recelo y el acatamiento. .
Sin embargo…
Inspiré profundo y  se inició el desafío, el pretender animarme a más, no obstante todo
podía acabar allí mismo.
Y surgió la fe, la familiaridad conmigo misma.
Estuve  al tanto del  éxtasis por la superioridad, de lo que quiere decir majestuoso, se me
erizó la piel.
Muchas veces ganaron las lágrimas.
Temblé y  tuve frío.
Las piedras me lastimaron, las olas me revolcaron, me asfixié.
Salí a flote y me aturdí, de impotencia y de satisfacción.
Derroché la confianza en mí, me fue mal,  pero seguí persistiendo.
Pasé la rompiente y logré llegar por fin adonde quería.
Una vez allí, la placidez, la calma y el orgullo de salir airosa una vez más,
indujeron en mí una inmensa felicidad, junto al placer de mecerme y formar parte del
cosmos, del firmamento.
Sobreviví muchos ciclos.
El sol arrulló mi piel,  entibió mi alma, y con esas tibias  alabanzas iba llegando la
conciliación que siempre busqué, permitiéndome  tropezar con  la cualidad de seguir 
adelante hasta que llegue el final y, reiteradamente indagaré otra vez la fe para poder
formar parte de la inmensidad, del todo, de la nada, del paraíso, de la materia y del
tiempo.
Pero amiga… ¿no decís el tiempo no existe,  entonces que hago yo aquí y ahora?
Dijo la voz serena y firmemente.
No lo se compañero,  debe ser que ustedes Los Ángeles son Mágicos.                              
                                             

                                                

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