Por ERNESTO LASERNA para MACONDO
Flotaban cono pétalos de seda lo
azares de ese mar de durazneros, y entre la lluvia de florcitas ella con su
buen andar se deslizaba, como si también flotara, tal vez su historia esa que
le dolía fuese un recuerdo, aunque en su mirada seguía presente.
Su rostro anguloso se interrumpía
con una sonrisa de niña buena y sus manos mostraban la lucha del tiempo,
caminaba segura, se había construido como mujer y merecía esa caricia de azares
que la rodeaban, como si ella fuera todo el perfume.
Atrás quedaba la angustia, la
madre de la soledad, la mujer de hombres sin alma que no supieron ver a la
princesa de los azares, ella venia del
tiempo de los ancestros y con su buen andar había cruzado el árido desierto de
una vida hasta este mar.
La escena se precipitaba en mi
mente y esta pluma iracunda rompía el blanco papel para dejar esta simpleza…..la
miraba a los ojos y a través de sus ojos me llevaba ella a otras escenas, casi comprendía
sus lagrimas, pero mas entendía porque los azares la acariciaban …..tal vez
ellos sabían que le faltaban las caricias que el tiempo le quito.
Me quede sentado mirando como
danzaba su cuerpo en esa plenitud, pensaba en sus secretos que alguno conocía e
imaginaba los que aun no me había contado.
Entonces me di cuenta de que ella
era esa poesía que buscaba entre mi mar de letras, que pronto vendrían a mi
pluma, allí danzando entre azares, la niña seguía presente a pesar de los
maltratos, era el perfume……de aquella tarde y las letras para este escriba
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