martes, febrero 21, 2012

MEGAPIXELES




Con una congestión de gametos acelerados en una autopista a mil por hora, desconsolado regresé antes de la media noche de la fiesta y, como un sigiloso lobo entro a mi habitación, rumiando me echo en la cama… siento los retorcijones de un perro en celo. Para intentar liberar la tensión con mi mano preferida sobo mis partes impúdicas mientras rememoro el instante en que bailaba en el retumbar de coloridas pantallas de plasma, ¡bum-bum-bum!, acompañado de ese lindo paraíso de carne que me cautivó. ¡Uyyy, nada de nada!, me fui en blanco, ¡qué mala onda!, sólo me dejó la ropa oliendo a cigarro, a queso de pizza, a perfume infantil, a sudor de puticas y con un abusivo dolor entre las piernas. 

Que ganas le tenía a esa Leticia, ¡pero bueno!, fue un momento engañoso, me ha mandado cachondo para mi dulce hogar, lo que me queda es enclaustrarme en el baño de mi cuarto, ¡oh!, ¡oh!... bueno, se me olvidaba la alternativa tecnológica: “¡Usa los recursos a tu disposición!”, siempre me dice la profesora. Golpeo el powery… y… y… ¡esa vaina si está lenta!, será que media ciudad se estápajeando.

En ese intervalo de espera que me parece infinito, hago lo posible por aplacar mis necesidades; ¡el ejército quiere salir a la fuerza!, ¡esos cabezones no se pelean por regenerarse!, se empeñan en huir, ser libres, me empujan y corren aturdidos… sólo escapar de esa ebullición es su más ferviente aspiración. 

Les ruego una oportunidad para compensar este desastre de haberlos invitado a la gran parranda y salir con las tablas en la cabeza. Ellos insisten en emerger por su cuenta, pero les advierto de que morirán millares sin llegar a disfrutar el placer —¡No nos importa un carajo!, estar aquí encerrados es una pesadilla—. Responden los ingratos. 

Definitivamente esta rebelión de miles es una guerra psicológica. Sofoco el cuerpo con mis pensamientos, tengo el flujo de testosterona al cien por ciento; trago saliva, me suda la frente, me pican las manos, me tiemblan las piernas, estoy a punto de un colapso, un coma pajillero y… y… ¡arranca coño!...
Ruuuiiiiruuu, ruiii, ruiii… ruiiiruuu, chu, chu, churuiiiooo…: “Al fin”. Clac-clac-clac… aparecen en directo esas bronceadas curvas en highdefinition, las yemas de mis falanges rebotan imaginándomela ¡para mí solito! “¡Eres un egoísta!”, acota ella en la distancia, pero es que posee una hechura muy hermosa: con sabor a mango, a sol caribe, a olor tropical. Clac-clac-clac… “¡No sean curiosos!”, lo que le manifiesto es confidencial, exclusivamente entre ella y yo. Ese castaño cabello lo enrosco delicadamente en la punta de mis dedos, esos encarnados labios son dos espadas fileteando los míos, ¡esos quinqués traviesos!, preñados de fuego, me invitan a lujuriar… A través del ojo visor, desciende… la pícara, enseña sus cocos henchidos de proteínica leche y mi incendiado mástil, junto a sus inflamadas boyas, se aprisionan contra el metálico cierre.
Clac-clac-clac… ¡no traten de pescar lo que le escribo! No se los den de hacker, ya se los dije, es algo muy íntimo entre este par. El visor recorre sus firmes y dorados muslos, repletos de los diminutos vellos. Mira lo que te tengo, “me dice la descarada”; se gira y me enseña los dos hemisferios sebosos…su pomposo rulé de voluptuosa definición, me comería su escondido y pestilente hedor como todo un placer gastronómico. El mástil en plena tormenta está a punto de partirse en pedazos desde el tallo hasta el frenillo al no encontrar una salida de emergencia. Clac-clac-clac… El visor se mueve violentamente y se sitúa en sus perfectos y blancos dientes para mostrarme en la ironía de quien posee el control de la situación.
Clac-clac-clac... Palmo a palmo el visor pasea sus prominentes caderas y llega al ombligo para detenerse y dejarme extasiado. Lubrifico las palmas de las manos con saliva, abro la cremallera, le consiento escapar al mástil que tiene las violáceas venas hinchadas como un globo y por fin logra respirar de tal ahogo. Ella desliza el visor perezosamente y muestra el más preciado tesoro de Venus, envuelto en una esponjosa lana negra y al descubrirlo se puede distinguir; jugosita, rosadita, bonita, cerradita y delicada. Imagino su hinchado clítoris temblar como una gelatina rosada mientras la devoro con fruición, la torturo con los dientes y los hilos de saliva diseñan estalactitas de cavernas en esa región pubiana. ¡Ya no resisto más!, mi muñeca sacude el mástil en un torbellino de sensaciones, ¡explotó por dentro!, termino rindiéndome como todas las noches y expulso un placer espasmódico en un límpido gemido: “libertad”. Exhausto, sudado, adormilado, hambriento, clac-clac-clac…, me despido de ella a través de la inalámbrica conectividad y me desconecto…
Literatura Erótica

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