miércoles, marzo 21, 2012

LUCERO Y SU AMAZONA





Aquél Lucero y su Amazona, ya se han podido reunir

al fin juntos cabalgarán… por las tierras anchas

donde el Universo ni estrecheces tiene,

ahora en su lomo ligero

rozarán los cierzos suaves, cuando la primavera

empieza ya sus paseos diarios,

como viejos amigos que distantes del tiempo

habían sabido estar sin pedirse remilgos.

Jugaban como nadie… ni se miraban,

tan solo… se escuchaban sus silbidos

una y otro dábanse por los caminos,

soplidos al oído en cada ensenada…

que las fincas les hacían hueco,

caminaban y trotaban como veloces ligeros

no sabían caerse ni levantarse siquiera,

ni tiempo tenían qué todo lo combinaban

eran lo más de lo más… y todo lo compartían,

más qué nadie tenían cuando en conjunto volaban

y las mariposas con los pajarillos se entrelazaban,

entre los hilos gráciles de la brisa y ni los soplos

avistaban sus rápidos contornos.

Los dos juntos trotaban sin pasmarse entre medias

delirios asumían con sus espejismos táctiles,

el sol les velaba y con su compañía jugaban

mondando los terciopelos del trigo y la cebada,

como si se tratasen de hados invisibles

iban y volvían como si tal cosa,

todo lo encontraban y todo lo controlaban

subían y bajaban sin problemas,

blanquita se perdía y la encontraban

a lomos del tueste Lucero

engatusaban su quejidos en los caminos,

mientras tranquilamente pacía

enteramente a sus anchas,

esa pancha vaquita

templada y cantarina.

Santibáñez y San Andrés

las lomas descendían,

a toda prisa y sin medida

los caminos estrechos y sus laderas

visitaban con jolgorio,

mientras trajinaba cada uno a su antojo

llegando a Prádanos de la Ojeda,

visitas en los días de cada semana

rompían las tradiciones y nadie se enojaba.

Aquél Lucero y su Amazona, ya se han podido reunir

al fin juntos cabalgarán… por las tierras anchas

donde el Universo ni estrecheces tiene,

ahora en su lomo ligero

rozarán los cierzos suaves, cuando la primavera

empieza ya sus paseos diarios,

como viejos amigos que distantes del tiempo

habían sabido estar sin pedirse remilgos.

Alegría en el campo se escuchaba,

entre los dos anidaban las sonrisas

corazones salvajes mostraban,

qué sin dar más de la cuenta

sabían bañarse con perfumes de verdes espigas

al rozarse sus pies y zapatillas

con destellos descarados y avispados.

Un Diamante en bruto… los dos eran,

supieron darse al alma hasta el final

siendo cómplices sin pararse ni tan siquiera,

más las ansias siempre las tenían a flor de piel

luces en sus pestañas calibraban esperanzas

conjugando latidos y retintines,

todo lo valoraban… más nunca peleaban

dando todo lo que se tenían,

vestianse con frágiles lienzos

entre las bambalinas del campo

solo se miraban en los charcos,

siendo los reflejos fieles

en las blancas nieves del invierno,

entre tanto cristal transparente

veían su estampa al son de aquella candidez

mezclando sutiles brotes

cuando su ingenio particular renacía en los días…

Palencia, martes 20 marzo 2012.

Poema nº. 11/2012

©Mía Pemán


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