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| GIAN FRANCO PAGLIARO |
No siempre te quiero
ni te deseo todo el tiempo,
solo estoy contigo cuando tengo ganas.
Es mi mejor manera de amarte.
Estas a salvo de mis angustias,
no me ves malhumorado,
no descargo en ti mis frustraciones.
Si estuvieras un día entero conmigo
conocerías la otra cara de la moneda
o, si prefieres, el lado oculto de la luna.
Descubrirías por ejemplo
mi peculiar costumbre de no llevarme bien
con la vida que vivo,
de estar en desacuerdo con la mayoría de la gente.
Te aburrirías con mi filosófico discurso,
con mis pensamientos en circulo,
con mis palabras entre líneas.
Te darías cuenta, amor mío,
que mis pasos son tan inseguros
como el destino del hombre;
mis estados de ánimo tan inestables
como el clima de esta ciudad.
Por eso sólo estoy contigo cuando tengo ganas,
cuando tengo un poco de vino para ofrecerte
y algunas canciones para cantarte;
cuando mi cuerpo comienza a extrañarte
como extraña un exiliado su tierra natal,
cuando cada uno de mis sentidos te reclama
como reclama un esclavo su libertad,
cuando el deseo de ti
me acosa desde la mañana
y no me deja en paz hasta que no esté contigo.
Pero no siempre te quiero
ni te deseo todo el tiempo,
como te decía:
sólo estoy contigo
cuando tengo ganas.
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