@ LUIS MARÍA LETTIERI |
Quisiera ser un portentoso hechicero,
dominar secretos y arcanos poderosos,
entender las formas vagas del humo
paseando su alma en el aire puro.
Ir al hueso más profundo de las cosas
dejando las formas de lado,
beber de un trago la médula de la vida
y escupir al fuego el hollejo no deseado.
Conocer el secreto ademán
que altera todo lo mundano,
hablar la lengua de los seres luminosos
abandonar las poses y los roles,
los refugios y los disfraces,
y verme tal y como soy
en la luna clara de los espejos.
Pero no soy más que otro ser humano
bebiendo pena de tus pechos de piedra,
acariciando heladas sombras de ausencia,
vulnerable al verbo de tu boca,
apagándome todas las noches un poco
hasta que la muerte me ciegue para siempre.
Visto esa parda estameña de mendigo
en el atrio de las altivas catedrales,
mi alma es más que un millar de calizas
en la suave forma de los arbotantes.
Quisiera saber los trucos y las alquimias,
gobernar los elementos primarios
y con mi paz, aplacar su furia,
que no se trague ya más el negro aljibe
del olvido la memoria de todo lo que ha sido.
Convidar palomas al aire quieto,
servir pan en las manos hambrientas,
mitigar el dolor de los moribundos
y fundir las bocas de los enamorados.
Pero no soy más que otro ser humano,
hervidero de carnes y huesos.
Y cuando ya me vaya no quedará de mi
más que un túmulo de cenizas,
y un millón de sueños incumplidos.
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