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| @ MIGUEL RUBIO |
Me gusta el olor a papel,
aroma de libro leído,
con cierto color amarillo
y con el lomo gastado.
Sentirme rodeado por él,
en medio, de su infinito de letras,
de las creencias e ideas,
pensares y sentimientos,
de los que poder aprender.
El diario de a bordo,
de un barco de vapor,
escrito por su capitán,de puño y letra,
que en una tienda de compraventa,
encontré en un rincón,olvidado.
Mis tomos del mil ochocientos,
saber que los han leído
personas del pasado,
que son polvo de cementerio.
Que los han llevado con ellos,
encerrados en un sarcófago
para toda la eternidad,
como faraones milenarios.
Acariciar sus páginas,
ir pasándolas poco a poco,
acariciándolas muy despacio,
como los pechos de una mujer.
Con el mismo cuidado.
El color sepia amarillento,
de lo que una vez fue blanco.
Mi librito con una conferencia política,
de mil ochocientos once,
de Blasco Ibáñez,
en el Ateneo valenciano.
Lo cambié por novelas de Zane Grey
y algunos clásicos discos de vinilo,
un domingo en el Rastro.
“La Educación de la mujer”
del mil setecientos algo.
Un Don Quijote con olor
a fonda de camino,
con unas hemosas ilustraciones
de Doré,un gran artista ya olvidado.
Me gusta el olor a papel escrito,
con el espejo dentro de otros ojos,
y el tacto impreso por otras manos.
Los libros no quieren ser presos,
no quieren parecer nuevos,
lo que les gusta es sentirse gastados.
Ellos son los mensajeros de sueños
de otros tiempos y les gusta su trabajo.
miguel rubio DAR (Tabarca) 2012

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