viernes, noviembre 23, 2012

ACERCA DE LA MUERTE EN ALGUNAS LETRAS DE TANGO

@ DR. LUIS ALPOSTA





Grabado de José Guadalupe Posada
El tema de la muerte, ya desde la más remota antigüedad, ha interesado no sólo a médicos y filósofos, sino también a los poetas.

Desde aquellos lejanos días en que Jorge Manrique escribiera “cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte”, es mucho lo que se ha rimado sobre ella, asociándola, casi siempre, con el inexorable transcurrir del tiempo.
La muerte del prójimo está indisolublemente unida a la proyección que cada uno de nosotros tenemos de nuestra propia muerte.
Para el porteño, como para cualquier hombre, la muerte es un estado y un sentimiento plagado de connotaciones contradictorias.


Para Alfredo Le Pera es la impotencia:


“Quise abrigarla y más pudo la muerte…”


y también la acechanza:


“… la muerte agazapada marcaba su compás.”


Un fatalismo esperanzado para Discépolo:


“¡Dale nomás! / ¡Dale que va! / ¡Que allá en el horno / nos vamo a encontrar!”


Y el descreimiento en Antonio Podestá:


“Yo quiero morir conmigo / sin confesión y sin Dios, /
crucificado en mis penas / como abrazado a un rencor.”


Un descreimiento, al que podríamos contraponer, sino la convicción, al menos el “por si acaso” del Malevo Muñoz en trance de morir. Cuando le preguntaron a éste si quería recibir al sacerdote, después de pensarlo un rato, contestó:

-¡Ma sí! Hacelo pasar. ¡Total no cuesta nada tirarse un lance!


Y ahora, con respecto al cementerio, recordemos que éste es territorio del muerto y no de la muerte, dado que la “quinta” no es propiedad de la “ñata” sino del “ñato”.

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