Queridos amigos y amigas:
pensar en lo que voy a compartir con vosotros me estremece, y no estoy hablado de la calidad del poema, pues si sirve de algo, es algo que tendréis que decir únicamente vosotros. Este poema tiene ya algún tiempo, pues forma parte del libro “Entre la sombra y el grito”, fechado en el 2008. Francamente lo saqué muy pocas veces del cajón y pocos son los que lo conocen como parte de mi obra.
¿Las causas? Por aquel entonces, recuerdo que algo me pedía insistentemente abandonar la universidad para centrarme única y exclusivamente en la poesía y el teatro, así como en mi formación musical. Por las noches, dentro de todo aquel torbellino de emociones sacaba la cabeza por la ventana, era noche… Cuando llovía, recuerdo cómo las gotas de lluvia golpeaban con fuerza el protector de las farolas.
Muy posiblemente de ahí nació “La niña muerta”, nació de la ortodoxía de los edificios y la escuela, de las expectativas inhumanas de muchos, de verme al espejo para retratarme cayendo por un balcón, quizás aquel que en la noche me enseñó a llorar…
Quizás sea un retrato de la tristeza, no lo sé, pero afortunadamente todos esos momentos sirvieron para evolucionar. Ahora puede que me encuentre en una situación artística parecida, pues aunque no exista, pongo un techo a los formatos de mi poesía, miedo, expectativas… No lo sé, es algo que superaré muy pronto. El que diga que hacer vanguardia o algo muy diferente a lo que el público con el que buscas comunicarte te llevará a una vida satisfactoria…
Carlos, hoy va por ti, pues eres uno de esos grandes vehículos para el cambio.
Un abrazo a todos y todas:
David Fernández Rivera.
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