viernes, septiembre 27, 2013

BRINDA

@ JOSE MARIA LETTIERI

Brinda por mi,
hijo de la luz y el alba,
derrama sobre la tierra
un trago de vino
para que beban conmigo
los ausentes a esta cena.
Y deja sobre el mesón, la propina
para que beban a tu salud
los jornaleros, los artistas
y las mujeres que besaron tus heridas.

Por la vida,
cantando su alegato en la uvas;
yo seguiré mi día,
amasaré mi pan
y cantaré mi canción,
a pesar de los buenos cantares,
de los descontentos
y los eternos insatisfechos,
de la hiel y de la miel de esta vida,
de quienes caen en guerras injustas
y siguen su justa en sueños de victorias.

Encenderé mi cirio
para iluminar el camino,
y en el humo apenas gris de la resina
escribiré mi verso, honesto y sencillo,
como las gentes de campo, y sus ojos buenos.

Estaré a solas y callado un tiempo
afinando mis álamos del alma
a mis carnes y a mis huesos,
para volcar en cada abrazo
el cariño engendrado en el silencio.
Y por la tarde me verás
sonriente, como una retama al sol
fingiendo una felicidad prohibida,
sabiendo que por adentro y en secreto
es la vida quien me está matando,
pero está escrito en cada piedra
y cada hoja del otoño
entender que así sea.

Enhorabuena la muerte y sus bastas,
sus marcas al final del camino,
que hasta el más pintado
se harta del andar entre piedras y espinos.
Ni se resiste la gota de agua
en fluir, y volverse río,
o el viento se resigna al silencio
y canta su melopea en el mismo trigal que menea.

No veas el fin, en el gusano que muere
sino vida, en las alas nuevas de cada mariposa.

y brinda
por el piadoso azabache
de la noche que nos oculta,
y por la luz del nuevo día,
que a los ojos humildes
casi todo lo revela.

Luis María Lettieri

Temperley
18 de septiembre de 2013.

Yo cumplo con la vida, cada día
sin esperar el próximo cumpleaños.
 

Foto: Brinda.

Brinda por mi,
hijo de la luz y el alba,
derrama sobre la tierra
un trago de vino
para que beban conmigo
los ausentes a esta cena.
Y deja sobre el mesón, la propina
para que beban a tu salud
los jornaleros, los artistas
y las mujeres que besaron tus heridas.

Por la vida,
cantando su alegato en la uvas;
yo seguiré mi día,
amasaré mi pan
y cantaré mi canción,
a pesar de los buenos cantares,
de los descontentos
y los eternos insatisfechos,
de la hiel y de la miel de esta vida,
de quienes caen en guerras injustas
y siguen su justa en sueños de victorias.

Encenderé mi cirio
para iluminar el camino,
y en el humo apenas gris de la resina
escribiré mi verso,  honesto y sencillo,
como las gentes de campo, y sus ojos buenos.

Estaré a solas y callado un tiempo
afinando mis álamos del alma
a mis carnes y a mis huesos,
para volcar en cada abrazo
el cariño engendrado en el silencio.
Y por la tarde me verás
sonriente, como una retama al sol
fingiendo una felicidad prohibida,
sabiendo que por adentro y en secreto
es la vida quien me está matando,
pero está escrito en cada piedra
y cada hoja del otoño
entender que así sea.

Enhorabuena la muerte y sus bastas,
sus marcas al final del camino,
que hasta el más pintado
se harta del andar entre piedras y espinos.
Ni se resiste la gota de agua
en fluir, y volverse río,
o el viento se resigna al silencio
y canta su melopea en el mismo trigal que menea.

No veas el fin, en el gusano que muere
sino vida, en las alas nuevas de cada mariposa.

y brinda
por el piadoso azabache
de la noche que nos oculta,
y por la luz del nuevo día,
que a los ojos humildes
casi todo lo revela.

Luis María Lettieri

Temperley
18 de septiembre de 2013.

Yo cumplo con la vida, cada día
sin esperar el próximo cumpleaños.

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