Sin saber que es domingo, ruidoso día de fiesta,
va llevando su carga la minúscula hormiga:
el trozo de una hoja en perfilada cresta
colúmpiase oscilante sin impedir que siga.
Apenas se apresura, que caminar le cuesta,
y se esfuerza consciente pues el deber la obliga,
prosiguiendo el sendero, pese a tal lastre, enhiesta,
pero sin detenerse ni demostrar fatiga.
¿Cómo sigue su rumbo el portentoso insecto,
conociendo infalible la dirección que toma?
¿Qué indicios lo conducen por previsto trayecto
y alcanzar sin perderse el lugar donde vive?
¿Será acaso la brisa? ¿O tal vez el aroma?
¿Quizá la propia tierra por su altura o declive?
¿Cuál será la conciencia de un obrar tan perfecto?
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