martes, enero 17, 2012

EL MARQUEZ DE SANTILLANA


GENTILEZA  DE MIA PEMAN  PARA MACONDO










Biografía

Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, nació en Carrión de los Condes. Hijo de nobles (Diego Hurtado de Mendoza y Dña. Leonor de la Vega).

Queda huérfano de padre siendo un niño y será su madre, mujer inteligente y educada, quien se ocupe de él, junto con su abuela, que tenía una gran afición por la literatura.

Fue un hombre de armas, como correspondía a su clase, y también un hombre cultivado, amante de la lectura, con una importante biblioteca personal.

Como noble caballero participó en política y en contiendas militares, al servicio de diferentes señores; entre ellos, Fernando I, Alfonso V el Magnánimo y Juan II de Castilla.

Consiguió los títulos de Marqués de Santillana y Conde de Manzanares por su valiente participación en diversas batallas.

Muere en su palacio de Guadalajara.

Obra literaria

Es uno de los más importantes poetas del siglo XV. Conoció en Barcelona a poetas del momento, como Ausias March. Sus lecturas lo pusieron en contacto con las tendencias literarias europeas de la época. De ahí que sus obras nos muestren una importante variedad de temas y su participación en las más representativas modas literarias del momento:
Influencia de Petrarca en sus dos Sonetos fechos al itálico modo, con los que introduce el soneto en la literatura española.
Comedieta de Ponza, Infierno de los enamorados, poemas alegóricos, a la manera deDante.
Poemas didácticos como Proverbios de gloriosa doctrina e fructuosa enseñanza yDiálogo de Bías contra Fortuna.

Más numerosas son las poesías de tema amoroso al modo cancioneril, de arte menor, entre las que destacan el Villancico a sus tres hijas, de estilo tradicional, y las serranillas, que revelan la confluencia de la canción de serrana con la pastorela y transformaron las canciones populares en poesía elegante y refinada.

Una de las más famosas de sus Serranillas:

Moça tan fermosa 
non vi en la frontera, 
como una vaquera 
de la Finojosa. 

Faziendo la vía 
del Calatraveño 
a Santa María, 
vençido del sueño 
por tierra fragosa, 
perdí la carrera 
do ví la vaquera 
de la Finojosa. 

En un verde prado 
de rosas e flores, 
guardando ganado 
con otros pastores, 
la ví tan graciosa 
que apenas creyera 
que fuese vaquera 
de la Finojosa. 

Non creo las rosas 
de la primavera 
sean tan fermosas 
nin de tal manera; 
fablando sin glosa, 
si antes supiera 
de aquella vaquera 
de la Finojosa. 

Non tanto mirara 
su mucha beldad, 
porque me dexara 
en mi libertad. 
Mas dixe: “Donosa 
(por saber quién era), 
¿aquella vaquera 
de la Finojosa?…” 

Bien como riendo, 
dixo: “Bien vengades, 
que ya bien entiendo 
lo que demandades: 
non es deseosa 
de amar, nin lo espera, 
aquessa vaquera 
de la Finojosa”.

Uno de sus Decires con ritmo cancioneril:

Decir


Por un valle deleytoso, 
do mora gentil compaña, 
oí un canto sabroso 
de un ave muy estraña: 

bien vos digo que en España 
non ví otra de tal guisa; 
esta trahe en su devisa 
mucha gente de cucaña. 


Vila estar en un ramo, 
e pensé que era esparvel, 
nonbrando la que más amo. 
Díxele: “Señor uxel, 

pues çercades el vergel, 
por merced, si vos plazería, 
de grado saber querría, 
vuestro nombre quál es él.” 


-”Cuco me llaman por nombre 
e tal es el mi clamor, 
que en el mundo non ay onbre 
que ame gentil señor, 

que non tome grand pavor 
si me oyere rredoblar: 
sy te plaze mi cantar, 
otro son diré mejor.” 


-”Señor, dixe, vuestro canto 
otro tiempo me ponía 
en temor e grand espanto 
por una señora mía; 

mas agora non querría 
oir otro papagayo, 
que todo el pesar que trayo 
he perdido en este día.” 


Por ende suplico agora 
a la señor bien andante, 
pues me fizo una señora 
aleve por su talante, 

que seades bien andante, 
e yo aya en que vos syrva, 
que querades ya yo viva 
por vuestro de aquí adelante. 


Muy justa rrazón demandas, 
e yo quiérolo fazer, 
pues que veo que tu andas 
sospiroso y sin plazer; 

por ende te do poner 
conplido, si Dios me vala, 
que tú seas en mi sala 
el mayor que pueda ser.



Los feudos del marqués

(Interesante artículo de Maribel Rodicio publicado el 1 de agosto de 2001 en el Norte de Castilla)

Muy cerca de la Plaza Mayor de Carrión de los Condes, Palencia, una placa recuerda la casa o el solar en el que nació el noble, no sé si castellano leonés o leonés castellano -que siempre anduvieron los viejos reinos peleando por un quítame allá esa frontera-, que pasó a la historia por sus «serranillas, rimados y cancioneros», aunque los viejos bachilleres la recordemos fundamentalmente por las primeras y por la fermosa vaquera de la Finojosa. Que don Íñigo López de Mendoza es palentino es tan obvio como aseverar que es la patria de los Berruguete o de Jorge Manrique. Dos Santillanas fundó el marqués rimador, la de Campos y la del Mar. Ambas se acogen al patronazgo de Santa Juliana, que se celebra el 16 de febrero, mártir cristiana de la persecución de Roma. Pero esto, lo del marqués y lo de la mártir que, ya digo, cualquier chiguito palentino aprende pronto, parecen olvidarlo los deudos cántabros, por aquel entonces castellanos viejos del vate cortesano y valetudinarios.

Santillana, la del Mar -la de Campos se muere de abandono, aunque en ambas exista casa del Santo Oficio-, celebra ahora el recuerdo de don Íñigo sin que Palencia, Carrión o la Santillana terracampina aparezcan en programas, catálogos u objetos expuestos. Pero, a la par, la Santillana Grande, la señorial, la capital de la Merindad de Castilla la Vieja, también se muere de adulteración infecciosa, volviendo la espalda a su fundador por mucho que este año lo celebre. Donde antes había un prao ha nacido una construcción. Donde hubo un caserón familiar ahora impera el dios mercator. Recorrer el casco viejo ya no te ofrece la visión de aquellos palacetes de amplio alar y escudo de piedra, con sus zaguanes con arcones, jamugas y cobres relucientes, o con la sencilla montañesa ofreciendo leche y sobao por un precio razonable. Hoy, a un hotel le sigue una tienda de antigüedades, artesanía o recuerdos indiscriminados. Ya no hay vacas ni bostas, pero hay mimos y retratistas rápidos llegados de Montmartre. Puedes alquilar una calesa a la sevillana o un poney taxi, o comerte una hamburguesa, porque la leche es de tetrabrik y la quesada de factoría en serie. La neo cueva atrae turismo. Y en menor medida, el zoo particular de José Ignacio Pardo de Santayana, aventuras ambas que merecen la pena. El zoo, hasta con 24 especies en peligro de extinción y el milagro diario de ver nacer mariposas únicas entre las más bellas orquídeas del mundo, es una experiencia irrepetible. Y si, como en mi caso, no se ha tenido el privilegio de haber visitado, hasta en cinco ocasiones, la primigenia Cueva de Altamira, la Sixtina del Neolítico, supongo que la neo cueva, en plan realidad virtual, aunque en tres dimensiones, puede ser un buen paliativo.

Pero a Santillana del Mar se la han cargado. Y de rebote, la memoria auténtica de su fundador: un palentino de Carrión de los Condes, de Tierra de Campos, el de las Serranillas.

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