jueves, enero 26, 2012

LETRAS INFANTILES





 Parodia y letras para los más chicos


Suele suceder que cuando hablamos de literatura infantil se piensa inmediatamente en personajes estereotipados, como princesas rubias y buenas, enanos malvados o brujos horrendos y perversos.

Dejando de lado por el momento la estigmatización que ese tipo de textos sugiere y la existencia o no de una literatura determinada por la edad del lector, quisiera destacar  al  género paródico por ser él uno de los que ocupa un importante lugar en la lectura destinada a los niños.

Un texto que reúne estas características y es sumamente recomendable para disfrutar con los chicos en estas tardes de verano o comentarlo en horas de Lengua dentro del espacio escolar es Hansel y Gretel en la versión paródica con formato de historieta realizado por Roberto Fontanarrosa[1] y editada por Ediciones de la  Flor (1980).

Esta versión del clásico de los hermanos Grimm, responde prácticamente a todas las expectativas del género: parte de un texto original, que es el parodiado con el cual genera un nuevo texto obligando al lector a repensar la literatura, función fundamental de esta última. Cumple con una de los objetivos de la parodia, al realizar una crítica a la sociedad y tomar con humor, llevando al extremo de la exageración situaciones de la vida cotidiana.
Otra de los elementos encontrados en esta recreación de Fontanarrosa es la atemporalidad (Hansel le pregunta a la bruja si Lerithier le aprobó los planos de su casa de chocolate), y la descontextualización (la bruja le dice a los chicos que el bosque está lleno de vietnamitas).

La utilización de un lenguaje noble ante un tema simple (“Oscurece en la floresta y pululan los lobos por doquier”), utilizado por Gretel en las primeras viñetas para expresar el miedo por la noche y los peligros, es otro de los caminos de la parodia para lograr el efecto humorístico buscado.

Finalmente, y como otra de las características propias del género, se observa la inversión en el personaje de la bruja que recibe a los niños, quien en la obra de los hermanos Grimm quiere devorarlos.  Aquí se presenta como una amable viejecita que se preocupa por alimentarlos y cuidarlos (“Angelitos míos, llega la noche fría y os habéis comido todas las tejas del techo!”). También el género maravilloso es parodiado al invertir las características de las brujas, habitualmente perversas en esos cuentos.
En fin, una nueva oportunidad de acercarse a un clásico de una manera diferente. Esta vez, de la mano de un grande del humor.
                                                            


[1] “Los clásicos según Fontanarrosa”. Ediciones de la Flor.  1980

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