Parodia y letras para los más chicos
Suele suceder que cuando hablamos de
literatura infantil se piensa inmediatamente en personajes estereotipados, como
princesas rubias y buenas, enanos malvados o brujos horrendos y perversos.
Dejando de lado por el momento la
estigmatización que ese tipo de textos sugiere y la existencia o no de una
literatura determinada por la edad del lector, quisiera destacar al
género paródico por ser él uno de los que ocupa un importante lugar en
la lectura destinada a los niños.
Un texto que reúne estas características y
es sumamente recomendable para disfrutar con los chicos en estas tardes de
verano o comentarlo en horas de Lengua dentro del espacio escolar es Hansel y
Gretel en la versión paródica con formato de historieta realizado por Roberto
Fontanarrosa[1]
y editada por Ediciones de la Flor
(1980).
Esta versión del clásico de los hermanos
Grimm, responde prácticamente a todas las expectativas del género: parte de un
texto original, que es el parodiado con el cual genera un nuevo texto obligando
al lector a repensar la literatura, función fundamental de esta última. Cumple
con una de los objetivos de la parodia, al realizar una crítica a la sociedad y
tomar con humor, llevando al extremo de la exageración situaciones de la vida
cotidiana.
Otra de los elementos encontrados en esta
recreación de Fontanarrosa es la atemporalidad (Hansel le pregunta a la bruja
si Lerithier le aprobó los planos de su casa de chocolate), y la
descontextualización (la bruja le dice a los chicos que el bosque está lleno de
vietnamitas).
La utilización de un lenguaje noble ante un tema
simple (“Oscurece en la floresta y pululan los lobos por doquier”), utilizado
por Gretel en las primeras viñetas para expresar el miedo por la noche y los
peligros, es otro de los caminos de la parodia para lograr el efecto
humorístico buscado.
Finalmente, y como otra de las características propias del género, se
observa la inversión en el personaje de la bruja que recibe a los niños, quien
en la obra de los hermanos Grimm quiere devorarlos. Aquí se presenta como una amable viejecita
que se preocupa por alimentarlos y cuidarlos (“Angelitos míos, llega la noche
fría y os habéis comido todas las tejas del techo!”). También el género
maravilloso es parodiado al invertir las características de las brujas,
habitualmente perversas en esos cuentos.
En fin, una nueva oportunidad de acercarse a un clásico de una manera
diferente. Esta vez, de la mano de un grande del humor.
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