Por Lydia Raquel Pistagnesi
Nuestra piel se fundió en ritos paganos que nos nubló la razón
dejando al corazón en una indefensión total
Nos quedamos suspendidos en un
brindis sin tiempo, saboreando el dulce néctar, invisibles, amándonos a través
de esa esencia inmortal y suicida, en una loca carrera sin despedidas.
Así nos encontró la madrugada,
desnudos , enredados en un abrazo eterno, mientras la brisa, movía las cortinas
del enorme ventanal y un tímido rayo de luna , saboreaba sobre nuestros
cuerpos, las últimas gotas de la botella vacía
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