jueves, diciembre 29, 2011

FIN DE AÑO


 



Por CARLOS RAÚL RISSO
 
‘Ta parpadiando el tizón
del último mes del año,
que lo que ayer jue rebaño
se deshiló de un tirón,
y yegada esta ucasión
que al sentimiento conmueve
-mientras que sobre la trebe
la pava está ispiando el mate-
la sesera, al disparate
de reflesionar se atreve.

Pasa la vida en su manso
sin olvidarse ¡ni un día!,
y en su continua porfía
jamás se toma un descanso;
el sol, en alto abalanzo
cruza el día, como nada,
dispués, la luna platiada
cruza la noche, serena,
y cumpliendo esa faena
hacen del tiempo, manada.

Se nace. Y sin quererlo,
dende la materna esencia
dentra a sumarse esperencia
y ansí hay que reconocerlo.
La vida, güeno es saberlo,
como que’s eterna escuela
día a día nos revela
secretos… pequeñas cosas,
que sin ser piedras preciosas
por ser saber, nos consuela.

La vida es un gran manual
en el que mucho se aprende
sobre todo, si se atiende
la esistencia natural,
lo que hace cada animal,
el por qué de cada planta,
si hay seca o el agua es tanta
que se ahugan hasta los peces,
del por qué de lo reveces
o la suerte que agiganta.

Tanto nos enseña un nido
como un inquieto hormiguero,
o la precaución de un tero
y hasta el trueno con su ruido.
Es el error cometido
ejemplo que no se olvida,
la’mistá correspondida
es luz que alumbra en la ñebla,
y el rispeto es el que puebla
el sentido de la vida.

La vida, al morir el año,
a reflesionar invita
(que si una flor se marchita
otra ocupará el peldaño);
que algo se va, no es engaño
como que algo yega es cierto,
y en el campero concierto
en que mi esistir discurre
esta opinión se me ocurre:
¡se vive hasta estando muerto!


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